Desde su oficina, la doctora Bibiana Mancera, directora de participación comunitaria del Border Biomedical Research Center de la Universidad de Texas El Paso, recuerda la difícil situación que vivieron millones de latinos tras la llegada de la pandemia de COVID-19. Rememora, con tristeza, pero a su vez con la tranquilidad de una crisis que quedó atrás, cómo los centros de salud estaban colapsados debido a la gran cantidad de contagios.
“Las tasas de hospitalización fueron muy altas. Aquí, en nuestra comunidad, solo para dar un ejemplo de la grave situación, no teníamos suficiente espacio en las morgues para los cuerpos. Tuvimos que traer unidades mortuorias móviles que estaban estacionadas fuera de nuestro Hospital del Condado”, relató.
Para el 13 de noviembre de 2020, el departamento de salud de El Paso, Texas reportó más de 700 decesos y 68.000 casos positivos de COVID-19, en ese momento contaban con 6 morgues móviles y solicitaron 4 camiones más por falta de espacio para los fallecidos. Según Ricardo Samaniego, juez del condado, esperaban 20 fallecimientos o más por día.
La población latina -combinada entre los condados de El Paso y Doña Ana, a lo largo de la frontera con México-, es de alrededor de 2,5 millones de personas. Se trata de una zona fronteriza muy fluida en la que los latinos cruzan el límite de la frontera sur hacia Ciudad Juárez para visitar a sus familias, buscar atención médica y trabajar. Lamentablemente, igual que el resto de Estados Unidos, estas comunidades no fueron inmunes a la pandemia.
Frente a esta situación, y cuando las vacunas estuvieron disponibles, la doctora Mancera no podía quedarse de brazos cruzados. Una vez que surgió la oportunidad, se puso en contacto con la Alianza Nacional para la Salud Hispana, cuyo programa “Vacunas para Todos” proporcionaba información sobre las vacunas y las distribuían en las comunidades latinas más vulnerables al virus, a través de los “Promotores de Salud”.
La pandemia en El Paso
En El Paso, 8 de cada 10 habitantes son personas de origen latino y alrededor de 13% de la población también es mayor de 65 años, de acuerdo con la Oficina del Censo de Estados Unidos. Inevitablemente, la pandemia en esta ciudad iba a impactar de manera especial a los hispanos y amplificar muchos de los problemas que ya tenían.
Para noviembre de 2020, la situación de los latinos en Texas era muy grave. Aunque los Hispanos constituían el 40.2% de la población, ellos representaban 55 % de las muertes conocidas por COVID-19 en el estado desde el inicio de la pandemia. Específicamente, en el condado de El Paso, más de 900 habitantes latinos habían fallecido a causa del virus, lo que ponía al condado por encima de otros de igual composición poblacional en el estado en referencia a la tasa de mortalidad por cada 1,000 residentes.
Para ese entonces, un reporte de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. señalaba que “la raza y el origen étnico son marcadores de riesgo para otras condiciones subyacentes que afectan la salud, incluido el estado socioeconómico, el acceso a la atención médica y la exposición al virus relacionado con la ocupación; por ejemplo, trabajadores de infraestructura crítica, esenciales y de primera línea”.
Estos rasgos representan a buena parte de la población latina en El Paso, a juicio de la Dra. Mancera, quien junto a otros lideres no tardó en identificar, durante la pandemia, que existían disparidades de salud que sobresalían en las comunidades hispanas y las hacían más vulnerables no solo al virus, sino también a sus consecuencias sociales y económicas debido a la carencia de recursos.
“Lo que fue realmente impactante para nuestra población latina es que estábamos muriendo a tasas más altas por muchas razones. Algunas de ellas son que carecemos de seguro, trabajamos en empleos que pueden no proporcionar un salario digno, es posible que no tengamos transporte para acceder a la atención sanitaria y que tengamos un estatus migratorio mixto, lo que disminuye las posibilidades de acceso”, explicó.
Las enfermedades preexistentes que padecían algunas personas de la comunidad también se convertían en un factor relevante. Dra. Mancera aún recuerda vívidamente cómo algunos latinos en el Condado que presentaban comorbilidades como diabetes, enfermedades cardiovasculares y obesidad no buscaron atención médica entre 2020 y 2021 por la sobrecarga que estaba teniendo la pandemia sobre el sistema sanitario, lo cual solo agravó su condición.
“Los médicos, los enfermeros y proveedores de asistencia sanitaria estaban desbordados, y su labor no se centraba necesariamente en proporcionar atención preventiva”, expresó Mancera, añadiendo que el deterioro de la salud mental durante la pandemia fue otro factor que se sumó a este contexto.
Llamado a la acción
Para diciembre de 2020, según la organización de medios El Paso Matters, 9 de cada 10 habitantes de El Paso que habían muerto por COVID-19 eran latinos. Los datos de los CDC para esa fecha mostraban que, en todo el país, los hispanos tenían cuatro veces más probabilidades que los blancos no hispanos de ser hospitalizados y casi tres veces más probabilidades de morir.
Durante el primer año de pandemia, y ante estos datos escalofriantes, el trabajo de la Dra. Mancera se enfocó en informar a las personas sobre cómo detener o mitigar la propagación del virus: “sabíamos que iba a ser muy importante informar a la comunidad, porque tenemos una población en la que no todo el mundo tiene acceso a la asistencia sanitaria”. En 2021, cuando las vacunas estuvieron disponibles, los trabajadores comunitarios de la salud de salud fueron la primera línea de defensa y fueron esenciales para reducir esas barreras de acceso.
“Una de las principales razones para ponerme en contacto con los trabajadores comunitarios de la salud es que siempre había querido trabajar con ellos, porque sé que son mensajeros de confianza. Tienen las mismas experiencias vividas (que los latinos), vienen de las comunidades a las que sirven y hablan inglés y español”, describió.
Dr. Mancera agregó que el modelo de trabajadores comunitarios de la salud ha mostrado su eficacia en todos los países de América Latina, Asia y África, ya que permite alcanzar y asistir a personas que carecen de recursos para la atención regular de salud o están desatendidas por el sistema sanitario. En El Paso, aliarse con estos trabajadores comunitarios de la salud complementó el trabajo que ya venía realizando el Border Biomedical Research Center de la UTEP de informar y aplicar pruebas diagnósticas del virus.
“Los trabajadores comunitarios de la salud estaban más que dispuestos a trabajar con nosotros porque ellos mismos dijeron que no podíamos quedarnos sin hacer nada mientras nuestros familiares se enfermaban y morían. Simplemente demostraron su compromiso de servir”, manifestó.
En cuestión de mes y medio, estima la Dra. Mancera, los trabajadores comunitarios de la salud en El Paso trabajaron en más de 100 eventos de vacunación. Estas jornadas se llevaban a cabo en las afueras de locales comerciales, restaurantes, tiendas de comestibles e incluso en escuelas.
Gracias al primer paso que dio el Border Biomedical Research Center al trabajar con los trabajadores comunitarios de la salud, el centro también generó alianzas con entidades de salud federalmente calificadas y con organizaciones sin fines de lucro dedicadas a proporcionar vacunas.
El trabajo continua
A pesar de que realmente, 80% de la población de El Paso está completamente vacunada. La Dra. Mancera cree que aún quedan retos pendientes.
“Todavía no hemos salido de la pandemia”, afirmó. Atender el efecto del virus a largo plazo sobre la salud mental de las personas y combatir el retroceso que existe en la adopción de vacunas en general debido al COVID-19, son las tareas en el corto y mediano plazo.
El haber recurrido a personas pertenecientes a sus comunidades, para que fueran precisamente ellos quienes llevaran las vacunas a sus amigos y vecinos, fue una decisión exitosa que ayudó a cambiar la realidad de muchos latinos en El Paso. La voz de la Dra. Mancera se quiebra cuando recuerda con nostalgia el esfuerzo de los trabajadores comunitarios de la salud en medio de uno de los peores momentos del Condado, “se pusieron manos a la obra y quisieron hacer todo lo posible”.
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